viernes, 21 de enero de 2011

El Conejo


Jean-Baptiste Chardin
Un conejo muerto y pájaros






El samsara es un conejo

me dirá la diosa con rostro de adolescente, largos cabellos y labios aún manchados por la ambrosía.

Busco su madriguera
y cada minuto de la tarde
se convierte en un kalpa
y el conejo entra y sale,
blanco torpedo
sobre la sábana verde del crepúsculo.

La diosa me mirará con sus ojos verdosos y grises y amanecerá en la antesala de mi muerte, momento en que los dioses descienden para decirnos aquello que pudiera haber sido útil en la vida.

El sanmsara es un conejo

- repetirá la niña diosa con una carcajada azul -

entra y sale
y cuando parece engullido por la tierra
lo vemos escapar por túneles
en los que el cielo lleva el agua de las noches
a través de la tierra.
El nos dice que las rocas viven
pero a veces lo olvida
y juguetea a lo largo de las eras
hasta que muere
por comer pasto envenenado
o su cuerpo se derrumba
y cae desde la altura inmensurable
que va de su cabeza
a la tierra fresca de la mañana.

En sus últimas palabras, la diosa deberá gritar junto a mi oído para hacerse escuchar por encima del estertor. Llevaré su armónica voz a la otra orilla.

Salta el conejo;
desde sus ojos amarillos
se despliegan los amaneceres de los mundos
donde volverás a correr
donde las noches
te dirán tus secretos, la palabra olvidada...

Sólo veré los labios de la diosa y una barca parecerá llevarme por un río ensangrentado. Al marcharme, amanecerán cormoranes en el mundo cuadrado de la muerte.

Gocho Versolari