La mañana se arroja al cesto de luz
que sostiene la ladera desierta.
Las naranjas ruedan en las calles
y mis pies descalzos las esquivan.
La boca de mis plantas
anhela el sabor agrio
de lejanas calles a la hora de la siesta,
templando el sol mis carnes,
templando la pasión
mis huesos y mis pechos.
Descalzo recorro el pasado
con la decisión del mediodía.
Recupero la esencia de los años
y el porvenir guardado en una caja
colgando de mi pecho.
Ahora
las naranjas buscan mis empeines,
quieren morir dulcemente destrozadas
por mis descalzos pies
que se trepan a la cúpula del cielo,
que la rotan,
y la rotan
hasta que el cenit se agrieta
y arroja los frutos de la noche
Me duermo descalzo en arrabales
que sostiene la ladera desierta.
Las naranjas ruedan en las calles
y mis pies descalzos las esquivan.
La boca de mis plantas
anhela el sabor agrio
de lejanas calles a la hora de la siesta,
templando el sol mis carnes,
templando la pasión
mis huesos y mis pechos.
Descalzo recorro el pasado
con la decisión del mediodía.
Recupero la esencia de los años
y el porvenir guardado en una caja
colgando de mi pecho.
Ahora
las naranjas buscan mis empeines,
quieren morir dulcemente destrozadas
por mis descalzos pies
que se trepan a la cúpula del cielo,
que la rotan,
y la rotan
hasta que el cenit se agrieta
y arroja los frutos de la noche
Me duermo descalzo en arrabales
y en mis sueños
preño suavemente la luna
de las fatales lluvias de mañana
Gocho Versolari
de las fatales lluvias de mañana
Gocho Versolari
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