domingo, 24 de octubre de 2010
Descalzo en el Reino del Metal (8)
martes, 19 de octubre de 2010
Dukkha y el Cadáver (de "Cantos del Samsara")
Dukkha se acercó al cadáver,
se quitó la ropa lentamente,
cerró los ojos y su cuerpo
brillo en el principio de la noche.
Al sentirla desnuda,
el cadáver se despertó con sed;
en mitad de la muerte
había escuchado hablar del vino negro
que destilan las orillas del mundo
y devuelve la vida.
(Unas horas antes, Dukkha se había desnudado para mí, calmando y alimentando la sed que engendraba su piel blanca y brillante como la luna en los estanques de Palermo).
Se destilaba el cielo en el largo cabello de Dukkha
Sus rizos se llenaban
de cucarachas y de astros
Sus pies penetraban la tierra
con sueño de raíces.
Sentado en su ataúd,
repetía el cadáver:
Dame vino por favor... Dame vino...
y acomodaba los ijares
mientras la fronda del cementerio
cerraba sus mandíbulas
en torno a luciérnagas azules
que iban y venían
de lo profundo de la tierra
(Dukkha restregaba sus manos y agitaba sus caderas. Sonreía suavemente; las montañas lejanas parecían emerger de su cuello y las estrellas mordían la curva de su frente.)
El agua o el vino que pueda brindarte
- dijo al muerto -
harán crecer tu sed
y lograrán que vuelvas
una vez,
y otra
a sufrir iluminado por las lunas
calientes como puños de sangre
Si me amas retornarás;
rodarás por cañaverales;
te ahogarás en las quebradas negras
envejecerás y llegará la muerte
cuando el sol degüelle golondrinas
y la noche arañe los sueños de las niñas.
(Dukkha, me enloquece tu piel cuando disuelve los atardeceres como un grito alcalino, como una mayo yerta y te deseo aunque deba atravesar la muerte vida a vida; aunque brillen los eones y los kalpas ardan uno tras otro, como las cuentas de un rosario).
El demonio Mara
arengaba a las nubes del crepúsculo
El cadáver se podría; los gusanos
batían su vientre, sus jugos y su alma
El olor embriagante de Dukkha
lo hacía pedir vino con los labios hinchados
No importa que tu cuerpo siga inmóvil
- siguió Dukkha -
Yo alimentaré tu sed de movimientos
y volverás a la noche y a los días
a caminar las calles y a encontrarme
en rostros de muchachas,
en parturientos vientres,
en estertores de los que agonizan.
Mira el demonio Mara:
el se ríe de tu sed y la alimenta.
Su mano se mueve con la mía
sus labios vomitan mis palabras.
(Y besaste al cadáver con tus labios rojos como la sombra de las estrellas y me estremecí al ver tu cuerpo junto al sueño de los buitres; a la carroña de la tierra).
El hombre muerto suspiró
al recibir el beso de la joven
Afuera la llovizna
empapaba los senderos
y saciaba la continua sed
de las lenguas de la fronda.
El beso de Dukkha
llenó la boca del cadáver
de víboras calientes
que se arrastraron en sus intestinos
y colgaron dentro de su cráneo
las semillas de las existencias,
dispuestas a engendrar otros tiempos, otros flujos;
otros aullidos del cielo y de la tierra.
(Me alejo Dukkha, bajo la llovizna que tiñe mi sombra de plateado , que me llena de peces y penumbra. Me alejo, Dukkha. Espero verte en mi pequeño cuarto, desnuda en el crepúsculo, cimbrando entre las sombras. No me importa volver al sufrimiento mientras tu carne blanca se convierte en líquido para saciar estos instantes, cuando el aire se enciende y muestra el mundo sus costuras de luz. Me alejo, Dukkha. Arriba, brillan los muertos y explotan las estrellas).
Gocho Bersolari
lunes, 20 de septiembre de 2010
Ayúdame a disolverme
viernes, 10 de septiembre de 2010
Acuéstala sobre los lirios
,,,-almas del hueco de la noche-
en ese espacio
en donde asaltan los recuerdos y las dudas
en donde arremeten
con sus puñales o sus lirios
Maria Eugenia Caseiro 7/29/04
Mátala suavemente
y acuéstala sobre los lirios.
El puñal sangrante
y sus ojos abiertos. Afuera
truenan las lechuzas y los patos
vuelan a la estratósfera. El mendigo
entre sus barbas verdes
cargará con la culpa.
Mátala suavemente
y acuéstala sobre los lirios
que se esperaron durante años
el cuerpo inerte:
la yugular cortada
y la carne intacta.
Después recorrerás los albañales
convertido en rata azul,
en un rinoceronte enano,
en un grito ronco y pendular
que se pierde y se pierde
en la carne de las tempestades.
Mátala suavemente
y acuéstala sobre los lirios. En la mañana
pájaros inmóviles
dejarán un poema en tus oídos.
Gocho Versolari
miércoles, 8 de septiembre de 2010
Descalzo en el Reino del Fuego (8)
y un rey en mi pie izquierdo
La sagrada pareja de cadáveres
ocupa mis plantas y el péndulo del sol
que arranca de mi sexo,
ilumina el principio masculino
ilumina el principio femenino.
de los nobles muertos que mis pies albergan.
Tenues y majestuosos
como todo cadáver
se disuelven y se buscan descalzos
en un universo de gusanos,
de atardeceres pútridos
de fuegos ignorados
que emerge en mis talones
y a veces se traslada
como un negro botón
a las suaves yemas de mis dedos,
y a mis brillantes uñas .
Los amantes reales se citaron
en el sagrado arcano de mis plantas
Allí llegó la muerte:
un resuello de los pájaros,
un opacarse del sol entre la fronda
Camino entre ramas de pinos
piso la tierra húmeda
,y llego con mis plantas desnudas
al séptimo cuadrante de la noche
donde intangibles elefantes
sostienen las luces ocultas en la sombra.
El cadáver de la reina
se agita levemente
cuando adelanto el pie derecho
para pisar los helechos del crepúsculo
Procuraré que los amantes
se unan en su muerte
y recorran descalzos,
tomados de la mano,
las arcadas repletas de gusanos
y con rostros felices
se hundan en la disolución.
En tanto el atanor
que se esconde en mis plantas
mantendrá el fuego tenue,
el fuego regular y calmo. En sueños
controlaré su ritmo
con la respiración del cielo,
con los sutiles fuelles de los pájaros.
Una mañana
emergerá de mis desnudas plantas
un ser de dos cabezas coronadas
y los pájaros enderazarán el vuelo;
se darán muerte a sí mismos los sonidos
y brillarán descalzos los silencios
mientras el rey andrógino
entone un himno a la mañana
y a los recién nacidos
y a los luminosos botones de la aurora.
Ahora
transito descalzo la nigredo
y piso gusanos y pútridos garbanzos
en la sedosa galería de la muerte.
Gocho Versolari.
martes, 7 de septiembre de 2010
Descalzo en el Reino del Metal (7)
entre tenues y oxidadas láminas
que se devoran a sí mismas;
estériles metales de la tarde
que gimen y que imploran
la bendición del sol.
Sangran mis pies desnudos
contra los filos desiguales
contra los monstruos sugeridos
que me toman del sexo,
que me arrojan a un pasado
donde los clavicordios del recuerdo
arden con azules llamas,
gritan con aullidos azabaches
y se estrellan
contra los bosques del crepúsculo.
El elefante de la tarde
lleva la luz sobre su lomo
y supura el sol en mi entrepierna
mientras pisoteo los metales
arrojando mi sangre
al centro de la tierra.
Tronarán catedrales de bronce
al verme descalzo
caminando la bruñida noche
cuando el tiempo
allane los filos,
las miradas
el jugo de los soles
sobre el manojo sin formas y oxidado,
sobre los sueños grávidos
sobre los pasos ligeros de los niños.
Ahora
trepo descalzo a la montaña de metales.
Mis pies ya se cansaron de sangrar
y amanece en mis plantas
un sol verdoso y enlodado;
se despliega
la entraña de las últimas estrellas.
Gocho Versolari
lunes, 6 de septiembre de 2010
Descalzo en el Reino de la Tierra (8)
caminan la Vía Láctea;
en la tierra
mis pies oscuros
conocen la intimidad del barro.
Descalzo,
transito las horas
una a una
Los amaneceres
se rompen, se desmembran;
los días y las noches
son destellos de luz,
parpadeos de sombra.
Descalzo me sorprende
el animal sin forma de la luna
y el aire se mezcla con el agua,
me penetra
y arrastra mis poros gota a gota.
Descalzo,
sólo descalzo
puedo entrar a mis sueños. Aquellos
que no requieren de la arcilla
para ser realidad.
Descalzo,
pisoteo el corazón del alfalero,
enarbolo mis pies
y sólo muestro cuñas,
llamaradas de pasajero pan,
rostros sin nombre.
¡Mis plantas son maleables!
le grito a la selva de tus manos
dispuestas a horadar la aurora
y llegar a los pies de las estrellas.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino de la Tierra (7)
habrá terminado la batalla.
Saldremos a la destrozada aurora;
pisaremos descalzos
cenizas de cadáveres,
beberemos el jugo de estertores
y aguardaremos
con la entresombra hincando las entrañas
El fuego ardió toda la noche;
mi propio cuerpo calcinado
cuelga de las orejas del sol.
¿De dónde habrá salido
esta carne nueva,
este gesto impetuoso
esta energía
que curva la mirada de la luna?
Y mis plantas se apoyan
en la mañana llena de gracia
en sus senos de tiempo;
¿dónde se esconderían estos pies
que ahora hacen el amor
al día y a todo su cortejo.?
Toma mi mano.
No enterremos los muertos.
Ni siquiera
nuestros agonizantes rictus
en aquel cuerpo
en aquel otro.
Llegó la madre de todas las batallas:
es suficiente luto
el crujidos del cosmos,
el peso enorme de muertos y de vivos
la negra corola de las mariposas
que beben la cadaverina.
Descalzos,
con la ceniza hasta los tobillos,
buscaremos la fuente,
el manantial
en que nuestras plantas resuciten
y arrojen al foso del pasado
tantas muertes,
tantos coros de gusanos,
tantos cielos
volcados hacia adentro,
.
El himno de los recién nacidos
saltará en nuestros empeines;
que nuestros pies eleven
las cortinas del día
Ahora,
Aldebarán se oculta
y en el primer metatarsiano
se desploma
el jubiloso cantar de las estrellas.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino de la Tierra (6)
________________________________________
Es inútil que te quites las sandalias
y que pretendas transitar descalza
mi pierna izquierda;
mi pie
que no conoce la textura del cuero.
Siento tus intentos enanos
de trepar y trepar primero por las uñas,
después
tomándote del vello de mi tibia
seguirás hacia arriba:
tus pies en mi carne.
Un amarillo cielo
te servirá de alfombra
y tu rostro obstinado
y tus sueños de orgasmos
a partir de las plantas.
Y seguirás trepando por mi vientre,
por la verde tierra
de mi epidermis,
labrando a veces
mis terrones ateridos,
preparando la tierra de mi sexo
para sembrar con los dedos de tus pies
mi escroto
mi glande,
la soledad de mis testículos.
En tanto
mi estómago y mi bazo flamean,
suben a las terrazas
y tienden banderas de triunfo
al viento de la tarde
a las brisas del sur
a los vendavales solitarios
y a las últimas lluvias de mañana.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino de la Tierra (5)
Sobre la medianoche
serán dragones amarillos.
Desde mis pies descalzos
llegarán a este mundo
para probar las aguas
de todos los pantanos.
Mis plantas,
los llamarán sus hijos:
príncipes herederos
del trono de la tierra.
Una joven desnuda
silbará dulcemente.
La joven
y en sus empeines
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino de la Tierra (4)
pétalos de girasoles,
ramas de aromos florecidos.
Mis pies desnudos
atraviesan caléndulas
y rayos de sol
que no dejan de caer
sobre la húmeda tierra.
Ahora
dejo la huella de mis pasos
sobre la arena del desierto
y el dorado de las tardes
se escurre hasta mis plantas.
Desde mis pies
en la noche brillo como un sol
Ríos de fuego se inician en mi empeine,
en mi talón derecho,
en mi tobillo izquierdo.
Se desbordan mis pies
mientras la tierra arde
con sus ijares amarillos
y recorro hasta el vientre de las grutas,
y se desploma la alborada
sobre los pies crujientes del planeta.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino de la Tierra (3)
Descalzo:
mis pies sutiles
como el suspiro de una alondra,
han afinado sus flancos,
han tallado las plantas
hasta el extremo del dolor
para caminar el pensamiento
que vuelve una y otra vez
cuando la tarde se llena de gárgolas
de rubios dragones
y de cadáveres.
Entonces
la tierra fina de la primera lluvia
contamina los grillos de mi mente,
el cencerro de las vacas
que bajan del cielo
serenas y mugiendo.
Caminar sobre las obsesiones,
las adolescentes, las decrépitas;
caminar sobre el cansancio
y los laberintos
donde se perdieran las miradas.
Descalzo
sintiendo siempre los pinchazos leves,
los relámpagos celestes en mis plantas,
los carámbanos de pan
que explotan mis empeines
Descalzo
camino ahora las serpientes de mi pecho
y uno con mis dedos
el punto leve
donde se extraviaran los cadáveres
dispuestos a cruzar la Estigia
La noche cena las muertas alondras
que cayeran del mediodía
ya tan lejano como un sueño
Descalzo en el Reino de la Tierra (2)
Descalzo
subo la montaña del día.
En cada paso
los ojos de mis plantas
arrojan luces
en lo profundo de las cuevas,
en las sombras
que durante milenios
concentraran silencios
apagando el fuego de las horas.
Subo descalzo las laderas
pisando el pedregullo,
la tierra fría como plomo
y el corazón de la ceniza.
Mariposas de tierra
revolotean mis talones
y dos águilas de luz
parten de mis empeines.
Hacia el atardecer
conoceré las cavernas de mi entraña
y los niños del sol
desplegarán un itsmo
de cielo a cielo.
Ahora mis talones
arrojan terrones al abismo
La tierra
lame mis plantas
con sus gusanos grises.
En la noche brillarán mis pies
encegueciendo
y preñando de luz
volcanes y cavernas
mientras se despliega en el levante
el furioso dragón de las mañanas.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino de la Tierra (1)
son los barcos que la aurora fleta.
Ellos parten
cuando la noche abre sus ijares
y llena de lunas
los vientres de las jóvenes que sueñan
con su andar descalzo entre los trigos
con su nublarse las miradas
al caer el silencio de la eras.
Cuando vuele
el último pájaro nocturno,
recorreré descalzo
cada uno de los rostros
grabados en la enereida tierra.
Mis plantas
se hundirán en los pozos asombrados
en los guaduales azules del espacio.
Las muchachas descalzas
danzarán enloquecidas
como ofrenda a la luna.
De sus vientres
saldrán luces azules,
peces morados
y sueños pardos
que se unirán a las estrellas.
Mis pies
recorrerán el camino de los sueños
y la tierra caliente de la noche
donde la luna
soltará sus enjambres
de dragones alados...
Han nacido ojos en mis plantas
y con ellos
puedo ver las íntimas hilachas
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino del Fuego (7)
he llegado al séptimo fuego
aquel que no cesa
y cuyo ardor
es igual al calor de mi carne
Descalzo
transito los fangos de aquellos
que se hunden en las llamas
Cuando el tiempo transcurre
y los insectos de la angustia
muerden sus pechos,
las carnes se derriten
y sólo quedan sus abiertos ojos
latiendo,
pendiendo
de la brisa húmeda y caliente
que rodea el planeta del séptimo fuego.
Los hombres
serán entonces extrañas flores,
contraechas
pequeñas, retorcidas.
Las recorrerán mis pies desnudos
como a leves tumores
en la piel de la tierra
Algunos al principio
enfrentarán el fuego
llenando los crepúsculos
de alegrías y furores fantasmales
Luego se volverán sobre sí mismos
abrirán los labios en un leve susurro
observarán mis pies descalzos
entre las brasas
y musitarán una protesta
para luego
quemarse
deshilacharse
ennegrecerse
en los blancos gusanos de las llamas.
Más tarde
se abrirá la sombra de un desierto
en que mis pies desnudos
transitarán una estrella imaginaria
cuyos vértices crearán otro espacio
y otro tiempo
y mis quemadas plantas
descubrirán la hierba el agua, el mundo
que habrán vomitado las estrellas.
Gocho Versolari.
Descalzo en el Reino del Fuego (6)
que tengo bajo la almohadilla
es ojo y boca y grita
entre invisibles resplandores
de la suave noche.
Mis pies anhelan la tierra;
la desnuda humedad de los insectos
como el enfermo la salud,
el suicida la muerte
y el reo su regreso a casa
con los pies desnudos
sintiendo el linóleo
y las narices abiertas
para el aroma del café.
El júbilo de mis pasos
descalzos, desatados
enciende la hierba seca
y desparrama el fuego en las laderas,
en los prados,
en el corazón de los animales
que pastan bajo la luna
guardando en sus miradas
la totalidad de las estrellas.
Carrera descalza hacia la aurora.
Penden ciervos de mis dedos
y los arrojo al arroyo de la muerte
mientras clavo espejos
en mis talones,
en mis tobillos,
en mis empeines
y mis pies reflejan las constelaciones
y arañan la piel amarilla
de cometas, galaxias,
del abismo que me constituye
y los monstruos que alborotan mi sangre
cuando la lluvia se precipita
con la mansedumbre de la furia,
con el odio
que se oculta en el ojo del amor.
Mis pies hacen equilibrio
en el lomo de las mulas de la noche
y guardan las aguas azabaches
en el plateado vientre de los astros.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino del Fuego (5)
Mis metatarsianos
apuntan al sol del mediodía:
desafiantes moles,
en las uñas talladas
el idioma rugiente, las palabras
que engendrarán leones,
caravanas de brujas
untadas con beleño.
Entonces
amaré el fuego con mis plantas desnudas
y la risa del día
se filtrara entre panes,
cimbrará entre las vacas
y beberá culebras
en el atardecer.
Repasaré descalzo las risas cotidianas
y mis fuertes empeines
desafiarán el sol
con los fuegos que se prolongan en la noche
y que auguran las lluvias de mañana.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino del Fuego (4)
Ángeles jorobados
me arrojan el líquido bermejo
y mis empeines beben
y beben.
Son reyes luminosos, coronados
por la embriaguez de los crepúsculos.
Abejas insomnes y veloces
arrojan el dulce néctar de las uvas
sobre mis plantas:
reinas desnudas, coronadas
que destrozan con sus rasgados gritos
los aturdidos silencios de las horas.
Mis pies se hunden en el vino
y estallan totales madrugadas
y agoniza el duende del silencio
y avanzan rojas tardes
entre flancos de estaño,
gemidos de antinomio
mientras la sangre de la tierra
avanza por mis pies
hacia la lúcida fortaleza de mi pecho.
La mítica embriaguez de los insectos
percibe los redondos cascabeles
de las horas finales de la noche.
Ahora,
una estrella se cuela
en el silencio azul de la alborada.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino del Fuego (3)
se dibuja en la hierba.
Tu carne, tu piel tenue
Es la tarde. Descalzo,
camino tu rostro. Mis pies
se hunden en tus tejidos
blandos como la noche.
Al llegar a tu pecho
veo mis empeines
bajo tu trasparente piel.
Tus glándulas nutren la grama
y tu sudor que se evapora
llega a los cielos
y se devuelve en lluvia
tenue
tan tenue
como tus besos húmedos y tibios
cuando corrías descalza
las laderas verdes.
Ahora
mis pies se apoyan en tus pies enormes
y atravieso la herrumbe de los siglos
y saludo el dolor
que mañana
mostrará sus costuras de alegría.
Gocho Versolari
Descalzo en el Reino del Fuego (2)
buscan los caminos del cielo
con sed de un fuego
que temple el acero de mis venas
y musite en mis dedos
los acordes certeros de la fronda.
Descalzo en carbones encendidos
buscaré la Florencia del Dante
con la cálida brújula
que escondo en mis talones.
Descalzo y remoto
transito el fuego del amanecer
con mis pies anhelantes
La tierra de mi cuerpo
bebe el lenguaje de los cielos
enciende bosques y piraguas,
cuadrangulares crepúsculos inertes
y amaneceres silentes y desnudos.
No ha llegado Virgilio
para que transitemos juntos el infierno.
Descalzos ambos
desde la Alta Antigüedad,
desde secretos y silencios
adoloridos
en la atalaya de las cuevas
en el sol de abajo
en el sol de adentro
en la certeza del anonimato.
Mis pies son los discípulos
de la inmovilidad profunda de los troncos
de la paciencia de los elefantes
de los cañaverales
que día a día crujen bajo el fuego.
Mis pies
guardan la juventud,
anhelan
la tierra toda,
dignos y desnudos
como un grito de carne,
un paquidermo de luz
un puñado de carbones brillante
que la tarde nos arroja
como al descuido.
Ahora
araño mis plantas
con el bordado sutil de las estrellas.
Gocho Versolari