El sol,
un rojo lienzo
tendido en mis empeines.
Descalzo en el silencio de las llamas,
de los carbones viejos
que resuellan apenas
sin mellar mi carne;
y al agotarse la devuelven,
íntegra de panes,
rosada y colosal.
El centro de mi planta
sólo absorbe el calor que necesita.
El resto
vuela a los astros y a las horas,
a los pájaros y a los monumentos,
a los árboles
y a los redondos perfiles de tus pechos.
Gocho Versolari
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